Lamu







Este burrito que me acompaña en la foto es uno de los cientos de ellos que viven en Lamu, una isla de Kenya cerca de la costa de Mombasa.


Allí es donde conocí a mamá Carmen (de la que hablo en uno de mis relatos en prosa) y a otras amigas con las que, después de tantos años, aun mantengo contacto.


Lamu es una pequeña isla en la que solo hay un coche. El resto... ¡burros! Y gente, mucha gente mezclada ya que conviven los musulmanes, los swahili (autóctonos) y muchos europeos que se han retirado a este pequeño paraíso.


Una de las playas más bellas de Lamu es la de Shela. Allí, además de las aguas calientes del océano Indico y la arena fina, hay muchas, pero que muchas mansiones de los más ricos del mundo ¡parece mentira! Incluso allí, a pie de playa, tiene su mansión el marido de Carolina de Mónaco, y en fin de año, según cuentan las gentes del lugar, ella y su esposo hacen una fiesta en la playa e invitan a todo el que quiera acudir (ahí es nada...).


Bueno, anécdotas aparte, Lamu es una bella isla llena de contrastes, pues lo cierto es que entre las casas de los africanos se encuentran esos hoteles de super lujo: dos mundos tan cercanos en el espacio y tan lejanos a la vez...


No es fácil llegar hasta allí en "transporte público", pues el autobús desde Mombasa tarda varias horas y no es muy cómodo, y después hay que tomar una pequeña barquita que se llena de gente ¡pero cuando llegas merece la pena! Claro, que también se puede viajar en avión a otra islita de al lado y cruzar a Lamu en lancha pero... ¡hay que pagarlo! He aquí una vez más el contraste...

En Lamu hay bastantes turismo que ha llevado a la creación de hostales, hoteles, cafeterías, bares e incluso discotecas.
El mercado, como todos los de África, es de un colorido especial, y en la plaza de la ciudad muchas tardes se juntan grupos de amigos que hacen música mientras los niños danzan o los turistas hacen fotos "sin que se note".
Pero a pesar de todo es un lugar tranquilo, muy tranquilo, en el que se puede pasear por las calles al atardecer y ver a los marabús comiendo en la orilla del mar los pececillos que se han quedado atrapados al bajar la marea.
Si no fuera por la malaria Lamu sería uno de los lugares a los que me gustaría volver. Quizá...

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